The Project Gutenberg EBook of Novelas de Voltaire Tomo Primero, by Voltaire Copyright laws are changing all over the world. Be sure to check the copyright laws for your country before downloading or redistributing this or any other Project Gutenberg eBook. This header should be the first thing seen when viewing this Project Gutenberg file. Please do not remove it. Do not change or edit the header without written permission. Please read the "legal small print," and other information about the eBook and Project Gutenberg at the bottom of this file. Included is important information about your specific rights and restrictions in how the file may be used. 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Entre los genios que a los imperios del mundo presiden, ocupa Ituriel uno de los primeros puestos, y tiene a su cargo el departamento de la alta Asia. Baxo una manana a la mansion del Escita Babuco, a orillas del Oxo, y le dixo asi: Babuco, los Persas han incurrido en nuestro enojo por sus excesos y sus desvarios, y ayer se celebro una junta de genios de la alta Asia para decidir si habian de castigar o destruir a Persepolis. Vete a este pueblo, examinalo todo; me daras cuenta, y por tu informe determinare si he de castigar o exterminar la ciudad. Yo, senor, respondio humildemente Babuco, ni he estado nunca en Persia, ni conozco en todo aquel imperio a ninguno. Mas vale asi, dixo el angel, que no seras parcial. Del cielo recibiste sagacidad, y yo anado el don de inspirar confianza: ve, mira, escucha, observa, y nada temas, que en todas partes seras bien visto. Monto pues Babuco en su camello, y se marcho con sus sirvientes. Al cabo de algunas jornadas, encontro en los valles de Senaar el exercito persa que iba a pelear con el exercito indio; y dirigiendose a un soldado que hallo en un parage remoto, le pregunto qual era el motivo de la guerra. Por los Dioses celestiales, que no lo se, dixo el soldado, ni me importa; mi oficio es matar o que me maten para ganar mi vida: servir aqui o alli, es para mi todo uno; y aun puede ser que me pase manana al campo de los Indios, que dicen que dan a los soldados cerca de media-dracma de cobre al dia mas que en este maldito servicio de Persia. Si quereis saber porque pelean, hablad con mi capitan. Babuco, despues de haber hecho un regalejo al soldado, entro en el campo, y habiendo hecho conocimiento con el capitan le pregunto el motivo de la guerra. ?Como quereis que lo sepa yo? ?y que me importa, sea el que quiera? Yo resido a doscientas leguas de distancia de Persepolis; me dicen que se ha declarado la guerra, y al punto dexo mi familia, y, como es costumbre, voy a buscar fortuna o la muerte, porque no tengo otra cosa que hacer. ?Y vuestros camaradas, dixo Babuco, no estan tampoco mas instruidos que vos? No, dixo el oficial: solamente nuestros principales satrapas son los que a punto fixo saben porque nos degollamos. Atonito Babuco se introduxo con los generales, y se insinuo en su familiaridad. Al fin le dixo uno de ellos: La causa de la guerra que asuela veinte anos ha el Asia, procede en su origen de una contienda de un eunuco de una de las mugeres del gran rey de Persia, con un oficinista del gran rey de las Indias. Tratabase de un derecho que producia con corta diferencia un triesimo de darico; y como tanto el primer ministro de Indias como el nuestio sustentaron con dignidad los derechos de su amo respectivo, se inflamaron los animos, y salieron a campana de cada parte un millon de soldados. Cada ano es necesario reclutar estos exercitos con quatrocientos mil hombres. Crecen las muertes, los incendios, las ruinas y las talas; padece el universo, y sigue la enemiga. Nuestro ministro y el de Indias protestan con mucha frequeencia que no les mueve otra cosa que la felicidad del linage humano; y a cada protesta se destruye alguna ciudad, o se asuelan algunas provincias. Habiendose al otro dia esparcido la voz de que se iba a firmar la paz, dieron el general indio y el persa a toda priesa la batalla, que fue sangrienta. Vio Babuco todos los yerros y todas las abominaciones que se cometieron, y fue testigo de las maquinaciones de los principales satrapas, que hicieron quanto estuvo en su mano para que la perdiera su general: vio oficiales muertos por su propia tropa; vio soldados que acababan de matar a sus moribundos camaradas, por quitarles algunos andrajos ensangrentados, rotos y cubiertos de inmundicia; entro en los hospitales adonde llevaban a los heridos, que perecian casi todos por la inhumana negligencia de los mismos que pagaba a peso de oro el rey de Persia para que los socorriesen. ?Son hombres estos, exclamaba Babuco, o son fieras? Ha, bien veo que ha de ser destruida Persepolis. Preocupado con esta idea paso al campo de los Indios, donde, conforme a lo que se le habia pronosticado, le recibieron con tanto agasajo como en el de los Persas, y donde presencio los mismos excesos que le habian llenado de horror. Ha, ha, dixo para si, si quiere el angel Ituriel exterminar a los Persas, tambien tiene que exterminar a los Indios el angel de las Indias. Habiendose informado luego mas menudamente de quanto en ambos exercitos habia sucedido, supo acciones magnanimas, generosas y humanas, que le pasmaron y le embelesaron. Inexplicables mortales, exclamo, ?como podeis juntar con tanta torpeza tanta elevacion, y tantas virtudes con tantos delitos? Declarose en breve la paz, y los caudillos de ambos exercitos, que por solo su interes habian hecho verter la sangre de tantos semejantes suyos, se fueron a solicitar el premio a su corte respectiva, puesto que ninguno habia ganado la victoria. Celebrose la paz en escritos publicos que anunciaban el reyno de la virtud y de la felicidad en la tierra. Loado sea Dios, dixo Babuco; Persepolis va a ser la mansion de la mas acendrada inocencia, y no sera destruida, como querian aquellos malditos genios: vamos sin mas tardanza a ver esta capital del Asia. Llego a esta inmensa ciudad por la antigua entrada, aun sumida en la barbarie, y que inspiraba asco por su rudo desalino. Sentiase toda esta porcion del pueblo del tiempo en que se habia edificado; que hemos de confesar, sea qual fuere el empeno de exaltar lo antiguo a costa de lo moderno, que en todas cosas las primeras pruebas siempre son toscas. Metiose Babuco entre una muchedumbre de gentio compuesto de quanto mas puerco y mas feo en ambos sexos pueda hallarse, la qual entraba a toda priesa en un obscuro y tenebroso recinto. El continuo zumbido, el movimiento que notaba, y el dinero que en un platillo algunas personas echaban, le dio a entender que estaba en un publico mercado; pero quando vio que muchas mugeres se hincaban de rodillas, mirando al parecer a lo que tenian enfrente, y en realidad a los hombres de lado, echo de ver que se hallaba en un templo. Unas voces asperas, carrasquenas, desentonadas y gangosas hacian que en mal articulados sonidos la boveda resonara, parecidas a la voz de los animales cerdudos que en las llanuras de la Mancha responden al corvo y agudo instrumento que los llama. Tapabase los oidos; mas tuvo luego que taparse ojos y narices, quando vio que entraban en el templo unos zafios con palas y azadones. Levantaron estos una ancha piedra; tiraron a mano derecha y a mano izquierda una tierra que exhalaba un hedor intolerable; pusieron luego un muerto en el hueco que habian hecho, y volvieron a sentar la piedra. iCon que entierran estas gentes, exclamo Babuco, a sus muertos en los sitios mismos donde adoran la divinidad! icon que estan empedrados con cadaveres sus templos! Ya no me espanto de las pestilenciales dolencias que con tanta frequeencia afligen a Persepolis; capaz es de envenenar todo el globo terraqueeo la podredumbre de tantos muertos y de tantos vivos apenuscados en un mismo sitio. iHa, que sucio pueblo es Persepolis! Sin duda que la quieren destruir los angeles, para edificar otra Ciudad mas hermosa, y poblarla de gentes mas aseadas, y que mejor canten: la Providencia sabe lo que se hace; no nos metamos en quitarle su idea. Acercabase ya el sol a la mitad de su carrera, y tenia Babuco que ir a comer al otro extremo del pueblo, a casa de una dama para quien le habia dado carta de recomendacion su marido que era oficial en el exercito. Anduvo por mil y mil calles de Persepolis; vio otros templos mas bien adornados, adonde concurria gente mas culta, y donde se oia una harmonica musica; reparo en fuentes publicas, que aunque defectuosas hacian maravilloso efecto; vio frescas y amenas calles de arboles, jardines donde se respiraban los mas exquisitos olores, y se vian reunidas plantas de los mas remotos pueblos. Maravillose al ver magnificos puentes, puesto que estaban destinados a pasar un arroyuelo que sin mojarse los pies se vadea las quatro quintas partes del ano; paso por calles anchas y magnificas, llenas de palacios a una y otra acera, y entro por fin en casa de la dama que con una sociedad de personas decentes le esperaba a comer. Estaba su casa limpia y bien adornada; la senora era moza, hermosa, discreta y cortes, y la sociedad amable; y decia Babuco entre si: Sin duda que habia perdido el juicio el angel Ituriel, quando queria destruir una ciudad tan cumplida. Mas advirtio muy breve que la senora, que al principio le habia pedido amorosamente nuevas de su marido, al fin de la comida hablaba mas amorosamente a un mago mozo. Luego vio que un magistrado delante de su propia muger hacia mil halagos a una viuda, la qual estrechaba con una mano el cuello del magistrado, y daba la otra a un mozo muy lindo y modesto. La primera que se levanto de la mesa fue la muger del magistrado, que se encerro en un gabinete inmediato para conferenciar con su director de almas, hombre eloqueentisimo, que con tal energia hubo de discurrir con ella, que volvio abochornado el rostro, humedecidos los ojos, la voz tremula, y los pasos vacilantes. Babuco entonces se empezo a rezelar de que tenia razon el genio Ituriel. Con el dote que tenia de grangearse la confianza, supo aquel dia mismo los secretos de la dama, la qual le fio su carino al mago mozo, asegurandole que en todas las casas de Persepolis encontraria lo mismo que en la suya habia visto. Infirio Babuco que no podia durar semejante sociedad; que todas las casas habian de estar asoladas por zelos, venganzas y rencillas; que sin cesar habian de verterse lagrimas y sangre; que infaliblemente habian de matar los maridos a los cortejos de sus mugeres, o de ser muertos por ellos; finalmente que hacia Ituriel muy bien en destruir de una vez un pueblo abandonado a horrendos desordenes. Fuese despues de comer a uno de los mas soberbios templos de la ciudad, y se sento en medio de una muchedumbre de hombres y mugeres que habian ido alli a matar el tiempo. Subio un mago a una maquina alta, y discurrio largo tiempo acerca del vicio y la virtud; y habiendo dividido en varias partes lo que no era menester dividir, probo metodicamente las cosas mas claras, enseno lo que sabia todo el mundo, se exalto sin motivo, y salio sudando y sin respiracion. Despertose entonces la gente, y creyo que habia asistido a una instruccion. Babuco dixo: Este buen hombre ha hecho quanto ha podido por fastidiar a doscientos o trescientos conciudadanos suyos; pero su intencion era buena, y esto no es motivo para destruir a Persepolis. Llevaronle, al salir de esta asamblea, a que viera una fiesta publica que se celebraba todos los dias del ano en una especie de basilica, en cuya parte interior se via un palacio. Formaban tan hermoso espectaculo las ciudadanas mas hermosas de Persepolis, y los principales satrapas colocados en orden, que al principio creyo Babuco que se reducia a esto la fiesta. En breve se dexaron ver en el vestibulo de este palacio dos o tres personas que parecian reyes y reynas; su idioma era muy distinto del que estilaba el vulgo, y tenia ritmo, harmonia y sublimidad. No se dormia nadie, que todos en alto silencio escuchaban, y si le interrumpian, era para dar pruebas de admiracion y ternura general; y con tan vivos y bien sentidos terminos se hablaba de las obligaciones de los reyes, del amor de la virtud, y de los riesgos de las pasiones, que arrancaron lagrimas a Babuco: el qual no dudo que fuesen los predicadores del imperio aquellos heroes y heroinas y aquellos reyes y reynas que acababa de oir, y hasta hizo proposito de persuadir a Ituriel que los viniese a escuchar, cierto de que semejante espectaculo le reconciliaria con Persepolis para siempre. Concluida la fiesta, quiso visitar a la reyna principal que en aquel hermoso palacio habia anunciado tan sublime y acendrada moral. Hizo que le introduxeran en casa de su magestad; y le llevaron por una mala escalerilla a un segundo piso, donde hallo en un aposento pobremente alhajado una muger mal vestida, que con noble y patetico ademan le dixo: Mi oficio no me da para vivir; uno de los principes que habeis visto me ha hecho un hijo: estoy para parir: no tengo dinero, y sin dinero todo parto es un mal parto. Babuco le dio cien daricos de oro, diciendo: Si no hubiera cosas peores en la ciudad, poco motivo tuviera Ituriel para estar tan enojado. Fue de alli a pasar la tarde a las tiendas de mercaderes de magnificencias superfluas. Llevole un sugeto inteligente que se habia hecho amigo suyo, compro lo que hallo de su gusto, y con muchas cortesias se lo vendieron mucho mas caro de lo que valia. Quando hubo vuelto a casa, le hizo ver su amigo que le habian estafado; y apunto Babuco en su libro de memoria el nombre del mercader, para que el dia del castigo de la ciudad no le echara Ituriel en olvido. Estando escribiendo, llamaron a la puerta, y entro el mercader que le traia a Babuco su bolsillo que se habia dexado olvidado encima del mostrador. ?Como es posible, dixo Babuco, que seais tan generoso y escrupuloso, despues de haber tenido cara para venderme vuestras buxerias quatro tanto mas de lo que valen? No hay en toda la ciudad, le respondio el mercader, negociante ninguno algo conocido, que no hubiese venido a traeros el bolsillo; mas quando os han dicho que os he vendido lo que en mi tienda habeis comprado el quadruplo de su valor, os han enganado, porque os lo he vendido diez veces mas de lo que ello vale; y esto es tan cierto, que si dentro de un mes os quereis deshacer de ello, no os daran ni el diezmo: y no hay empero cosa mas conforme a razon, porque siendo el antojo de los hombres lo que da valor a estas fruslerias, ese mismo antojo da de comer a cien obreros que empleo yo, y a mi me da una casa bien puesta, un buen coche, y buenos caballos. Este antojo es quien vivifica la industria, y mantiene el fino gusto, la circulacion y la abundancia. A las naciones comarcanas les vendo mucho mas caras que a vos esas mismas frioleras, y de este modo sirvo con provecho al imperio. Parose Babuco pensativo un, rato, y le borro luego de su libro. No sabiendo que pensar de Persepolis, se determino a visitar a los magos y a los literatos, lisonjeandose de que alcanzarian estos el perdon de todo lo restante del pueblo, porque unos se aplican a la sabiduria, y a la religion los otros. La manana siguiente fue a visitar un colegio de magos, y le confeso el archimandrita que tenia trescientos mil escudos de renta por haber hecho voto de pobreza, y que exercia una vasta jurisdiccion en virtud de otro voto de humildad. Dicho esto, dexo a Babuco en manos de un aprendiz de mago, para que le obsequiase. Ensenabale este las preciosidades de esta casa de penitencia, quando se esparcio la voz de que traia comision de hacer reformas. Al punto le dieron memoriales de cada una, que todos en sustancia venian a decir: _Conservadnos a nosotros, y suprimid todos los demas_. Si daba credito a sus propias apologias, todas estas congregaciones eran necesarias; si atendia a sus reciprocas acusaciones, todas merecian ser destruidas. Pasmabase Babuco de que no hubiese ninguna que, por edificar al universo, no quisiese ser arbitro de el. Presentosele entonces un hombrecillo que era semi-mago, el qual le dixo: La grande obra se va a cumplir, y Zerdust ha vuelto a la tierra; por tanto os rogamos que nos ampareis contra el Gran Lama. ?Con que contra el pontifice monarca, respondio Babuco, que reside en el Tibet?--Contra ese mismo.--?Pues que? le haceis guerra, y alistais contra el un exercito?--No es eso; pero dice que el hombre es libre, y nosotros no lo creemos: escribimos contra el libracos que no lee; y apenas si nos ha oido mentar, puesto que nos acaba de condenar, como un propietario que manda extirpar las orugas de su huerto. Asombrose Babuco de la locura de hombres que profesan la sabiduria, de las maranas de los que habian renunciado del mundo, de la ambicion y altiva codicia de los que predicaban humildad y desinteres; y coligio que sobraban razones valederas a Ituriel para destruir toda esta raza. Retirose a su casa, mando que le compraran libros nuevos para calmar su enfado, y convido a comer a varios literatos para su recreo. Llegaron mas del doble de los que habia llamado, como acuden las avispas a la miel. No se daban vado estos gorreros a hablar y a engullir, y elogiaban dos clases de hombres, los muertos y ellos propios, mas nunca a sus coetaneos, exceptuando el amo de casa. Si decia uno un dicho agudo, baxaban los demas los ojos, y se mordian la lengua de sentimiento de no ser ellos los autores. Eran menos cautelosos que los magos porque no aspiraba su ambicion a tan altos objetos, solicitando cada uno un empleo de sirviente y la reputacion de grande hombre. Decianse en su cara denuestos, que se les figuraban agudos epigramas. Habiaseles traslucido algo de la comision de Babuco, y uno de ellos en voz baxa le suplico que exterminase a un autor que no le habia dado suficientes elogios; otro lo pidio la perdida de un ciudadano que en sus comedias nunca se reia; y otro la extincion de la academia, porque jamas habia podido conseguir ser su individuo. Acabada la comida, se fueron solos todos, porque en toda esta caterva no habia dos que se pudieran sufrir, ni se hablaban mas que en las casas de los ricos que a su mesa los convidaban. Creyo Babuco que poquisimo se perdia con que pereciese toda esta landre en la general destruccion. Apenas se zafo de ellos, se puso a leer algunos de los libros que acababan de publicarse, y advirtio en ellos el caracter de sus convidados. Indignaronle mas que todo las gacetillas de calumnias, y los archivos de mal gusto dictados por la envidia, la hambre y la torpeza; viles satiras que respetan los buytres y despedazan las palomas; novelas faltas de imaginacion, donde se ven mil retratos ideales de sugetos que sus autores no conocen. Tiro al fuego todos estos detestables escritos, y salio aquella tarde de casa, para ir al paseo. Presentaronle a un literato anciano que no habia venido a aumentar el numero de sus pegotes. Esquivaba este la muchedumbre, conocia a los hombres, sabia servirse de ellos, y se explicaba con cordura. Hablole Babuco con mucho sentimiento de quanto habia visto y leido. Cosas muy despreciables habeis leido, le dixo el cuerdo letrado; pero en todos tiempos y en todo pais es muy comun lo malo, y rarisimo lo bueno. Habeis dado acogida en vuestra mesa a las heces de la pedanteria, porque en toda profesion lo que siempre se presenta con mas descaro es lo que menos merece salir a la plaza. Viven unos con otros, sosegados y en el retiro, los verdaderos sabios, y aun no nos faltan libros y autores que son acreedores a vuestra atencion. Mientras que estaba hablando, llego otro literato, y fueron sus razonamientos tan instructivos y agradables, tan superiores a las preocupaciones, y tan conformes con la virtud, que confeso Babuco que nunca habia oido semejante cosa. Hombres son estos, decia para si, a quien no se atrevera el angel Ituriel a hacer mal, a menos que sea muy despiadado. No conservaba menos enojo contra lo demas de la nacion, puesto que se habia reconciliado con los literatos. Sois un extrangero, le dixo el hombre juicioso que le hablaba, y se os presentan de tropel los abusos, mientras que se os esconde el bien oculto, y que no pocas veces de estos mismos abusos resulta. Supo entonces que habia entre los literatos muchos que no eran envidiosos, y hasta entre los magos algunos que eran virtuosos. Al fin entendio que estos grandes cuerpos, que con sus choques preparaban al parecer su ruina comun, eran en la realidad fundaciones provechosas; que cada asociacion de magos era un freno para sus emulas; que si a veces estas diferian de opinion, todas ensenaban una moral misma; que instruian el pueblo, y sujetas a las leyes: semejantes a los preceptores que zelan los hijos de casa, mientras que a ellos los zela el amo. Trato a muchos, y encontro entre ellos almas celestiales; y supo que entre aquellos mismos locos que querian poner guerra al Gran Lama, habia varones eminentes. Sospecho al cabo que podian ser lo mismo las costumbres de Persepolis que sus edificios, que unos le habian parecido dignos de lastima, y otros le habian sobrecogido en admiracion. Dixo un dia al literato: Ahora conozco que los magos, que por tan peligrosos habia tenido, pueden ser muy provechosos, especialmente quando un prudente gobierno estorba que se grangeen sobrado influxo: ?pero que utilidades, pueden resultar de las colosales riquezas de los asentistas y agentes del fisco? Aquel mismo dia vio que la opulencia de estos, que tanto le habia repugnado, producia a veces mucho fruto, porque habiendo necesitado dinero el soberano, hallo en una hora por su medio lo que por las vias ordinarias no hubiera en seis meses encontrado; y se convencio de que estas pardas nubes, alimentadas con el rocio de la tierra, le restituian en lluvias lo que de ellas recibian: aparte de que los hijos de estos hombres nuevos, por lo comun mas bien educados que los de las mas antiguas familias, valian mucho mas que estos; porque tener por padre un buen calculador no quita que sea uno juez recto, valiente soldado, o habil estadista. Poco a poco perdonaba Babuco la codicia del asentista, que en la realidad no es ni mas ni menos codicioso que los demas, y que es indispensable; disculpaba la locura de disipar su caudal por hacer la guerra, que era origen de tantas belicas proezas; y perdonaba los zelos de los literatos, entre quienes se hallaban sugetos que ilustraban el mundo: se reconciliaba con los magos ambiciosos y tramoyistas, que con pequenos vicios juntaban grandes virtudes; puesto que le quedaban no pocos escrupulos, especialmente sobre los galanteos de las damas, y las horrendas consequeencias que infaliblemente habian de producir, y que le llenaban de horror y sustos. Queriendo examinar todos los estados, hizo que le llevaran a casa de un ministro, y en el camino iba temblando de ver alguna muger asesinada por su marido en presencia suya. Llego a la antesala del hombre de estado, y estuvo dos horas aguardando a que dixeran que estaba alli, y otras dos despues que lo hubieron dicho, haciendo en este tiempo firmisimo proposito de recomendar al ministro y sus insolentes concierges al enojo del angel Ituriel. Estaba la antesala atestada de damas de todas clases, de magos de todos colores, de jueces, mercaderes, oficiales y pedantes, que todos estaban quejosos del ministro. Decian el avariento y el logrero: No hay duda de que roba este hombre las provincias; afeaba sus rarezas el extravagante; decia el sensual que solo con sus gustos tenia cuenta; y esperaban las mugeres que en breve le sustituiria otro ministro mas mozo. Oia Babuco todas estas razones, y no pudo menos de decir: iQue hombre tan dichoso es este! Todos sus enemigos los tiene en su antesala; su potencia abruma a sus envidiosos, y mira a sus plantas a quantos le detestan. Al fin entro en su gabinete, y vio a un viejecito agobiado de anos y quehaceres, pero vivo todavia, y muy inteligente. Gustole Babuco, y a Babuco le parecio un sugeto muy digno de estimacion. Fue muy interesante la conferencia: el ministro le confeso que era el hombre mas desgraciado; que le tenian por rico, y era pobre; que le creian omnipotente, y para todo encontraba impedimentos; que todos sus beneficios habian sido pagados con ingratitudes, y que en quarenta anos de continuas faenas habia tenido apenas un rato de satisfaccion. Enterneciose Babuco, y dixo entre si que si habia cometido algunos yerros este hombre, y por ellos le queria castigar el angel Ituriel, bastaba con dexarle su cargo, sin exterminarle. Estaba razonando con el ministro, quando entro desatentada la hermosa dama en cuya casa habia comido Babuco, manifestando su rostro y sus ojos los sintomas del dolor y el enojo. Prorumpio en amargas quejas contra el hombre de estado; vertio lagrimas; se lamento amargamente de que hubieran negado a su marido un cargo a que podia aspirar por su cuna, y de que le hacian acreedor sus heridas y servicios; y hablo con tanta energia, se quejo con tal gracia, desvanecio con tal mana los reparos, con tal eloqueencia esforzo sus razones, que no salio del gabinete hasta haber conseguido la fortuna de su marido. Salio Babuco dandole la mano, y le dixo: ?Es posible, senora, que os hayais tomado tanto trabajo por un hombre que no quereis, y que tanto teneis por que temer? ?Como es eso que no le quiero? replico la dama: sabed que mi marido es el mejor amigo que tengo en este mundo, y que sacrificare por el todo quanto tengo, como no sea mi amante; lo mismo que hiciera el, menos sacrificar a su querida. Quiero que la conozcais, que es una muy linda senora, muy discreta, y de excelente genio; esta noche cenamos juntos con mi marido y mi amiguito el mago: venid a participar nuestro gusto. Llevose la dama consigo a Babuco, y el marido que estaba sumido en el mas hondo dolor recibio a su muger con raptos de gratitud y alborozo, dando mil abrazos a su muger, a su dama, al mago, y a Babuco. El banquete le animaron el contento, las gracias y los donayres. Sabed, le dixo la hermosa dama con quien cenaba, que las que a veces califican de mugeres sin honra casi siempre poseen las virtudes de un hombre honrado; y en prueba de ello, venid manana a comer conmigo en casa de la hermosa Teone. Algunas vestales viejas murmuran de ella, pero mas obras de beneficencia hace ella sola que todas juntas las que la muerden; no cometiera la mas leve injusticia por todos los intereses del mundo; a su amante le da siempre consejos generosos; solo su gloria la ocupa, y se sonrojaria el si en su presencia malograra una sola ocasion de obrar bien; porque no hay mayor estimulo para virtuosas acciones, que tener por juez y testigo de su conducta una amada cuyo aprecio anhela uno a merecer. No falto Babuco a la cita, y vio una casa que era el emporio de los placeres. En ellos reynaba Teone; con cada uno hablaba el idioma que entendia: su natural entendimiento dexaba explayarse el de los demas; agradaba casi sin querer; tan amable era como benefica; y para dar mas lustre a todas sus dotes, era muy hermosa. Conocio Babuco, puesto que era Escita y enviado por un genio, que si se detenia mas tiempo en Persepolis, le haria Teone olvidarse de Ituriel. Cogia carino a la ciudad cuyos vecinos eran afables, corteses y beneficos, aunque murmuradores, insustanciales y vanidosos. Temia ya que fuese condenada Persepolis, y hasta temia la cuenta que a dar iba. Asi para darla hizo lo siguiente: mando al mejor estatuario del pueblo, que le fundiera una estatua pequena, compuesta de todos metales, y de las tierras y piedras mas preciosas y mas viles; y se la llevo a Ituriel. ?Hareis pedazos, le dixo, esta linda estatua, porque no es toda ella de oro y diamantes? Comprendio Ituriel el emblema, y se determino a no tratar ni siquiera de enmendar a Persepolis, y dexar que anduviera el mundo como anda, diciendo: _Si no todo es bueno, a lo menos todo es tolerable_. Subsistio pues Persepolis; y Babuco estuvo muy distante de quejarse, como hizo Jonas que se enfado porque no fue destruida Ninive. Verdad es que quien ha pasado tres dias en el vientre de una ballena, no gasta tan buen humor como el que ha estado en la opera, en la comedia, y ha cenado con gente de fino trato. _Fin de la vision de Babuco_. * * * * * MEMNON, o LA CORDURA HUMANA. Pusosele en la cabeza a Memnon un dia la desatinada idea de ser completamente cuerdo: que pocos hombres hay a quien no haya pasado por la cabeza semejante locura. Memnon discurria asi: Para ser muy cuerdo, y a consequeencia muy feliz, basta con no dexarse arrastrar de las pasiones: cosa muy facil, como nadie ignora. Lo primero, nunca he de querer a muger ninguna, y en viendo una beldad acabada dire en mi interior: Un dia se ha de arrugar ese semblante; ese turgente y redondo pecho se ha de tornar fofo y lacio; esa tan bien poblada cabeza ha de quedarse calva: y me basta con mirarla desde ahora como la he de ver entonces, para que esa linda cabeza no me haga perder la mia. Lo segundo, siempre sere sobrio, por mas que me tiente la golosina, los exquisitos vinos, y el incentivo de la sociedad. Me figurare las resultas de la glotoneria, la cabeza cargada, el estomago descompuesto, perdida la razon, la salud y el tiempo; y asi solo comere lo que necesite, disfrutare sana salud, y tendre siempre claras y luminosas las ideas. Cosa es esta tan facil, que no es meritorio salirse con ella. Luego, continuaba Memnon, es necesario no descuidar su caudal: mis deseos son moderados; tengo mi dinero que me produce buenos reditos y con buenas fianzas en poder del tesorero general de Ninive, y me basta para vivir sin depender de nadie, que es la mayor fortuna, porque nunca me vere en la cruel precision de ir a besar manos de palaciegos; a nadie tendre envidia, y de nadie sere envidiado: cosa no menos facil. Amigos tengo, dixo en fin, y los conservare, porque nunca les hare mal tercio; no se enfadaran jamas conmigo, ni yo con ellos: tampoco en esto se ofrece dificultad. Formado asi su planecico de moderacion dando paseos por su quarto, se asomo Memnon a la ventana, y vio dos senoras que iban por unas calles de platanos, que inmediatas a su casa habia. Era vieja la una, y no la aquejaba al parecer nada; la otra era moza, linda, y tenia trazas de estar muy apesadumbrada: suspiraba, y lloraba, y eso mismo le daba mas gracia. Moviose mucho nuestro sabio, no con la beldad de la dama (porque estaba seguro de no rendirse a tal flaqueza), mas si por el desconsuelo en que la via. Baxo, y se acerco a la Ninivita joven, con animo de darle prudentes consuelos. Contole esta hermosa con la mas ingenua y tierna expresion los perjuicios que le hacia un tio que no tenia, con que artificio la habia privado de un caudal que nunca habia poseido, y los temores que le causaban sus arrebatos. Vos me pareceis hombre discreto, le dixo, y si me hicierais el favor de venir hasta mi casa, y examinar mis asuntos, estoy cierta de que me sacariais del cruel apuro en que me veo. No tuvo reparo Memnon en acompanarla, para examinar con madurez sus asuntos, y darle buenos consejos. Llevole la afligida senora a un retrete bien aromado, y le obligo con mucha cortesia a sentarse en un muelle sofa, donde estaban las piernas cruzadas uno enfrente de otro. Hablaba la dama con los ojos baxos; de quando en quando se le iban las lagrimas, y quando los levantaba, siempre topaba con las miradas del cuerdo Memnon. Eran sus razones carinosas en demasia, y mucho mas quando ambos se miraban. Memnon tomaba muy a pechos sus asuntos, y a cada instante crecia en el el anhelo de servir a tan hermosa y desdichada persona. Con el calor de la conversacion dexaron poco a poco de encontrarse uno enfrente de otro, y de tener cruzadas las piernas, aconsejandola Memnon tan de cerca, y siendo tan carinosos sus consejos, que ni uno ni otro podian hablar de asuntos, ni sabian donde estaban. Estando en esto, llega, como ya el lector se ha podido imaginar, el tio, el qual venia armado de punta en blanco; y lo primero que dixo fue que iba a matar, como era justo, al sabio Memnon y a su sobrina; y lo ultimo, que podria perdonarlos, si le daban mucho dinero. Viose precisado Memnon a darle quanto tenia, y gracias a que en aquellos venturosos tiempos no habia peores resultas que temer; que aun no estaba descubierta la America, ni eran las hermosas damas afligidas tan peligrosas como ahora. Confuso y desesperado Memnon se volvio a su casa, donde encontro una esquela convidandole a comer con unos amigos intimos. Si me quedo solo en casa, dixo, tendre preocupado el animo con mi triste aventura, no comere, y caere malo; mas vale hacer una frugal comida con mis amigos intimos, y con su amena compania olvidarme del disparate que esta manana he cometido. Fuese al convite; y viendo que estaba algo triste, le obligaron a que bebiese para disipar su melancolia. El vino usado con moderacion es medicina para el animo y para el cuerpo: asi pensaba el sabio Memnon, y se emborracho. Proponenle jugar una mano de sobremesa: un juego, donde se atraviesa poco, es una inocente diversion. Juega, y le ganan quanto traia en el bolsillo, y quatro veces mas sobre su palabra. Originase una contienda sobre el juego, irritanse los animos, le tira uno de sus intimos amigos a la cabeza un cubilete que le saca un ojo, y traen a casa al sabio Memnon borracho, sin dinero, y con un ojo menos. Habiendo dormido un poco el lobo, envia a su criado a casa del tesorero general de rentas de Ninive, a que le diera dinero para pagar a sus intimos amigos; y le trae el criado la nueva de que aquella manana habia hecho una quiebra de mala fe su deudor, con la qual dexaba por puertas a cien familias. Despechado Memnon se va a palacio con un parche en el ojo y un memorial en la mano, pidiendo justicia al rey del fallido; y encuentra en una sala a muchas damas, todas como peonzas al reves, con elegantes tontillos de veinte pies de circunferencia, y batas de treinta de cola. Una que le conocia algo, dixo mirandole al soslayo: iJesus, que horror! Y otra que le conocia mas: Buenas tardes, senor Memnon; de veras, senor Memnon que me alegro mucho de veros: ?como es que estais tuerto, senor Memnon? y dicho esto, se fue sin aguardar respuesta. Agazapose Memnon en un rincon, esperando a poderse echar a los pies del monarca. Llego su magestad, beso Memnon tres veces el suelo, y le dio su memorial, que tomo el soberano con mucha afabilidad, y se le alargo a uno de sus satrapas, para que le diera cuenta. Llama el satrapa a Memnon aparte, y le dice con tono de mofa y ademan de insulto: Donoso tuerto sois, pues os atreveis a dar al rey un memorial que no ha pasado por mi mano, y cometeis con eso el atentado de pedir justicia de un fallido muy honrado, que esta baxo mi amparo, y es sobrino de una doncella de servicio de mi querida. No deis mas paso en el asunto, si no quereis perder el ojo sano que os queda. De esta suerte, habiendo Memnon renunciado por la manana de mozas, de comilonas, de juego, de contiendas, y sobretodo de palacio, antes de anochecer habia sido enganado y estafado por una herniosa dama, se habia emborrachado, habia jugado, le habian sacado un ojo, y habia ido a palacio donde se habian reido de el. Confuso, absorto, y rendido al peso de su sentimiento, se volvia medio muerto a su casa, y al ir a entrar, la encontro llena de alguaciles y escribanos que cargaban con los muebles a nombre de sus acreedores. Parose casi sin sentido debaxo de un platano, y se encuentra con la linda dama de aquella manana, que se andaba paseando con su amado tio, y que no se pudo tener de risa al ver a Memnon con su parche. Cerro la noche, y se acosto Memnon sobre un monton de paja, cerca de las paredes de su casa: entrole calentura, se aletargo con la fuerza de ella, y se le aparecio en suenos un espiritu celestial; el qual era resplandeciente como el Sol, y tenia seis hermosas alas, pero sin pies, ni cabeza, ni cola, y no se parecia a cosa ninguna. ?Quien eres? le dixo Memnon. Tu genio bueno, le respondio. Pues vuelveme, repuso Memnon, mi ojo, mi salud, mi caudal, mi cordura; y de seguida le conto de que modo todo lo habia perdido aquel dia. Aventuras son esas, replico el espiritu, que nunca suceden en el mundo donde nosotros vivimos. ?En que mundo vivis? le dixo el hombre afligido. Mi patria, respondio el genio, dista quinientos millones de leguas del Sol, y es aquella estrellita junto a Sirio, que estas viendo desde aqui. iLindo pais! dixo Memnon. ?Con que no teneis bribonas que enganan a los hombres de bien, ni amigos intimos que les estafan su dinero y les sacan un ojo, ni deudores que quiebren, ni satrapas que se rian de vosotros quando os niegan justicia? No, le dixo el morador de la estrella, nada de eso: no nos enganan las mugeres, porque no las hay; no hacemos excesos de glotoneria, porque no comemos; ni hay deudores que quiebren, porque no tenemos plata ni oro; no nos pueden sacar los ojos, porque no se parece nuestro cuerpo al vuestro; ni los satrapas cometen injusticias, porque todos somos iguales. Dixole entonces Memnon: Senor ilustrisimo, ?sin mozas y sin comer, en que pasais el tiempo? En cuidar, dixo el genio, de los demas globos que estan a nuestro cargo, y yo soy venido a consolarte. iAy! replico Memnon, ?porque no habeis venido la noche pasada, y me hubierais estorbado hacer tanto disparate? Porque estaba con Asan, tu hermano mayor, le dixo el morador de los cielos, el qual es mas desventurado que tu, habiendo su magestad el clemente rey de las Indias, en cuyo palacio tiene la honra de estar empleado, mandadole sacar ambos ojos por una leve falta, y teniendole en un calabozo, amarrado de pies y manos. Pardios, exclamo Memnon, que estamos medrados con tener un genio bueno en nuestra familia, si de dos hermanos uno esta ciego, y otro tuerto, uno acostado sobre paja, y otro en una carcel. Tu suerte se mudara, replico el animal de la estrella: verdad es que toda la vida seras tuerto; pero, como no sea eso, viviras bastante feliz, con tal que nunca hagas el desatinado proposito de ser completamente cuerdo. ?Con que eso es cosa que no es posible conseguir? replico Memnon arrancando un sollozo. Como no es posible, respondio el otro, ser completamente inteligente, completamente fuerte, completamente poderoso, o completamente feliz. Nosotros mismos estamos muy distantes de serlo; un globo hay a la verdad donde todo eso se encuentra; pero todo va por grados en los cien mil millones de mundos sembrados en el espacio. En el segundo hay menos placer y menos sabiduria que en el primero; en el tercero menos que en el segundo; y asi se sigue hasta el postrero, donde todo el mundo es enteramente loco. Mucho me temo, dixo Memnon, que nuestro globo sea justamente esa casa de orates del universo, que vos decis. No tanto como eso, dixo el espiritu, pero le anda cerca; y es preciso que cada cosa ocupe su sitio senalado. En tal caso, dixo Memnon, muy descaminados van ciertos poetas, y ciertos filosofos, que dicen que _todo esta bien_. Razon llevan, dixo el filosofo del otro mundo, si contemplan la colocacion del universo entero. iHa! replico el pobre Memnon, eso no lo creere mientras fuere tuerto. _Fin de Memnon_. * * * * * LOS DOS CONSOLADOS. Decia un dia el gran filosofo Citofilo a una dama desconsolada, y que tenia sobrado motivo para estarlo: Senora, la reyna de Inglaterra, hija del gran Henrique quarto, no fue menos desgraciada que vos: la echaron de su reyno; se vio a pique de perecer en el oceano en un naufragio, y presencio la muerte del rey su esposo en un patibulo. Mucho lo siento, dixo la dama; y volvio a llorar sus desventuras propias. Acordaos, dixo Cilofilo, de Maria Estuardo, que estaba honradamente prendada de un guapo musico que tenia excelente voz de sochantre. Su marido mato al musico; y luego su buena amiga y pariente, la reyna Isabel, que se decia doncella, le mando cortar la cabeza en un cadahalso colgado de luto, despues de haberla tenido diez y ocho anos presa. iCruel suceso! respondio la senora; y se entrego de nuevo a su afliccion. Bien habreis oido mentar, siguio el consolador, a la hermosa Juana de Napoles, que fue presa y ahorcada. Una idea confusa tengo de eso, dixo la afligida. Os contare, anadio el otro, la aventura sucedida en mi tiempo de una soberana destronada despues de cenar, y que ha muerto en una isla desierta. Toda esa historia la se, respondio la dama. Pues os dire lo sucedido a otra gran princesa, mi discipula de filosofia. Tenia su amante, como le tiene toda hermosa y gran princesa: entro un dia su padre en su aposento, y cogio al amante con el rostro encendido y los ojos que como dos carbunclos resplandecian, y la princesa tambien con la cara muy encarnada. Disgusto tanto al padre el rostro del mancebo, que le sacudio la mas enorme bofetada que hasta el dia se ha pegado en toda su provincia. Cogio el amante las tenazas, y rompio la cabeza al padre de la dama, que estuvo mucho tiempo a la muerte, y aun tiene la senal de la herida: la princesa desatentada se tiro por la ventana, y se estropeo una pierna, de modo que aun el dia de hoy se le conoce que coxea, aunque tiene hermoso cuerpo. Su amante fue condenado a muerte, por haber roto la cabeza a tan alto principe. Ya podeis pensar en que estado estaria la princesa, quando sacaban a ahorcar a su amante; yo la iba a ver con frequeencia, quando estaba ella en la carcel, y siempre me hablaba de sus desdichas. ?Pues porque no quereis que me duela yo de las mias? le dixo la dama. Porque no es acertado dolerse de sus desgracias, y porque habiendo habido tantas principales senoras tan desventuradas, no parece bien que os desespereis. Contemplad a Hecuba, contemplad a Niobe. Ha, dixo la senora, si hubiera vivido yo en aquel tiempo, o en el de tantas hermosas princesas, y para su consuelo les hubierais contado mis desdichas, ?os habrian acaso escuchado? Al dia siguiente perdio el filosofo a su hijo unico, y falto poco para que se muriese de sentimiento. Mando la senora hacer una lista de todos los monarcas que habian perdido a sus hijos, y se la llevo al filosofo, el qual la leyo, la encontro muy puntual, y siguio llorando. Al cabo de tres meses se volvieron a ver, y se pasmaron de hallarse muy contentos. Levantaron entonces una hermosa estatua al tiempo, con este rotulo: AL CONSOLADOR. _Fin de los dos Consolados_. * * * * * HISTORIA DE LOS VIAGES DE ESCARMENTADO, ESCRITA POR EL PROPIO. En la ciudad de Candia vine yo al mundo el ano de 1600. Era su gobernador mi padre, y me acuerdo que un poeta menos que mediano, aunque no fuese medianamente desalinado su estilo, llamado Azarria, hizo unas malas coplas en elogio mio, en las quales me calificaba de descendiente de Minos en linea recta; mas habiendo luego quitado el gobierno a mi padre, compuso otras en que me trataba de nieto de Pasifae y su amante. Mal sugeto era de veras el tal Azarria, y el bribon mas fastidioso que en toda la isla habia. Quince anos tenia quando me envio mi padre a estudiar a Roma, y yo llegue con la esperanza de aprender todas las verdades, porque hasta entonces me habian ensenado todo lo contrario de la verdad, segun es uso en este mundo, desde la China hasta los Alpes. Monsinor Profondo, a quien iba recomendado, era sugeto raro, y uno de los mas terribles sabios que en el mundo habia. Quisome instruir en las categorias de Aristoteles, y por poco me pone en la de sus gitones: de buena me libre. Vi procesiones, exorcismos, y no pocos robos. Decian, aunque contra toda verdad, que la sinora Olimpia, dama muy prudente, vendia ciertas cosas que no suelen venderse. De mi edad todo esto me parecia muy gracioso. Ocurriole a una senora moza, y de muy suave condicion, llamada la sinora Fatelo, prendarse de mi: obsequiabanla el reverendisimo padre Punalini, y el reverendisimo padre Aconiti, religiosos de una congregacion que ya no existe, y los puso de acuerdo a entrambos dandome sus favores; pero me vi a peligro de ser envenenado y excomulgado. Dexe a Roma muy satisfecho con la arquitectura de San Pedro. Viaje por Francia, donde reynaba a la sazon Luis el justo; y lo primero que me preguntaron fue si queria para mi almuerzo un trozo del mariscal de Ancre, que habia asado la gente, y le vendian muy barato a los que querian comprar su carne para regalarse. Era este estado un continuo teatro de guerras civiles, unas veces por una plaza en el consejo, y otras por dos paginas de controversias teologicas. Mas de sesenta anos hacia que estaban asolados estos hermosos climas por este volcan que unas veces se amortiguaba, y otras ardia con violencia; y eso eran las libertades de la iglesia galicana. iAy! dixe, este pueblo es de natural apacible: ?quien le ha sacado asi de su indole? Dice chufletas, y hace el degueello de San Bartolome. iVenturoso tiempo aquel en que no haga mas que decir donayres! Pase a Inglaterra, donde las mismas contiendas ocasionaban los mismos horrores. Unos santos catolicos, en obsequio de la iglesia, habian determinado volar con polvora el rey, la familia real, y todo el parlamento, y librar la Inglaterra de tanto herege. Ensenaronme el sitio donde habia hecho quemar a mas de quinientos de sus vasallos la bienaventurada reyna Maria, hija de Henrique octavo; y me aseguro un clerigo hiberno que fue accion de mucho merito para con Dios: lo primero porque los quemados eran todos ingleses, y lo segundo porque nunca tomaban agua bendita, ni creian en la cueva de San Patricio; pasmandose de que aun no hubiesen canonizado a la reyna Maria, bien que abrigaba la esperanza de que no se tardaria en ponerla en los altares, asi que tuviera un poco de lugar el cardenal nepote. Fuime a Holanda, donde esperaba encontrar mas sosiego en un pueblo mas flematico. Quando llegue a La Haya, estaban cortando la cabeza a un anciano venerable, y era la cabeza calva del primer ministro Barnevelt. Movido a compasion, pregunte que delito era el suyo, y si habia sido traydor al estado. Mucho peor que eso, me respondio un predicante de capa negra; que es hombre que cree que puede uno salvarse por sus buenas obras lo mismo que por la fe: y bien veis que si se acreditaran semejantes opiniones, no podria subsistir la republica; por eso es menester leyes severas para poner freno a escandalos tan horrorosos. Dixome luego suspirando un politico profundo: iHa, senor! este buen tiempo no ha de durar siempre; este pueblo se muestra tan zeloso por mero acaso: su verdadero caracter se inclina al abominable dogma de la tolerancia, y un dia le abrazara; cosa que me estremece. Yo empero, mientras no llegaba esta fatal epoca de indulgencia y moderacion, dexe a toda priesa un pais donde ningun contento templaba su severidad, y me embarque para Espana. Estaba la corte en Sevilla, habian llegado los galeones, y en la mas hermosa estacion del ano todo respiraba abundancia y alegria. Al cabo de una calle de naranjos y limones, vi un palenque inmenso rodeado de gradas cubiertas de preciosos texidos. Baxo un soberbio dosel estaban el rey, la reyna, los infantes y las infantas. Enfrente de la augusta familia habia un trono todavia mas alto. Dixe, volviendome a uno de mis companeros de viage: Como no este aquel trono reservado para Dios, no se para quien pueda ser. Oyo un grave Espanol estas imprudentes palabras, y me salieron caras. Yo me figuraba que ibamos a ver un torneo o una corrida de toros, quando subio el Inquisidor general al trono, y desde el bendixo al monarca y al pueblo. Vino luego un exercito de frayles en filas de dos en dos, blancos, negros, pardos, calzados, descalzos, con barba, imberbes, con capilla puntiaguda, y sin capilla; iba luego el verdugo; y detras, en medio de alguaciles y duques, cerca de quarenta personas cubiertas con sacos donde habia llamas y diablos pintados. Eran estos, o judios que se habian empenado en no renegar de Moises, o cristianos que se habian casado con sus comadres, o no habian sido devotos de Nuestra Senora de Atocha, o no habian querido dar dinero a los padres capuchinos. Cantaronse unas devotisimas oraciones, y luego fueron quemados vivos, a fuego lento, todos los reos; con lo qual quedo muy edificada la familia real. Aquella noche, quando me iba a meter en la cama, entraron dos familiares de la inquisicion, acompanados de una ronda bien armada; dieronme un carinoso abrazo, y me llevaron, sin hablarme palabra, a un calabozo muy fresco, donde habia una esterilla para acostarse, y un soberbio crucifixo. Aqui estuve seis semanas, pasadas las quales me mando a pedir por favor el senor inquisidor que me viese con el. Estrechome en sus brazos con paternal carino, y me dixo que sentia muy de veras que estuviese tan mal alojado, pero que estaban ocupados todos los quartos de aquella santa casa, y que esperaba otra vez darme mejor habitacion. Preguntome luego con no menos amor, si sabia porque estaba alli. Respondi al varon santo, que sin duda por mis pecados. Eso es, hijo mio: ?pero por que pecados? habladme sin rezelo. Por mas que me mataba, no atinaba, hasta que la caridad del piadoso inquisidor me dio alguna luz. Acordeme al fin de mis imprudentes palabras, y no fui condenado mas que a exercicios, la disciplina, y treinta mil reales de multa. Llevaronme a dar las gracias al inquisidor general, sugeto muy afable, que me pregunto que tal me habia parecido su fiesta. Rospondile que era deliciosisima, y fui a dar priesa a mis companeros a que saliesemos del pais, puesto que es tan ameno. Habian estos tenido lugar para informarse de todas las grandes proezas executadas por los Espanoles en obsequio de la religion, y leido las memorias del celebre obispo de Chiapa, donde cuenta que degollaron, quemaron o ahogaron unos diez millones de idolatras Americanos por convertirlos a nuestra santa fe. Bien creo que pondera algo el obispo; pero aunque se rebaxe la mitad de las victimas, todavia queda acreditado un zelo portentoso. Atormentabame sin cesar el ardor de viajar, y estaba resuelto a concluir mi peregrinacion de Europa por la Turquia. Encamineme a esta, con firme proposito de no decir otra vez mi parecer acerca de las fiestas que viese. Estos Turcos, dixe a mis companeros, son unos paganos que no han recibido el santo bautismo, y sin duda han de ser mas crueles que los santos inquisidores; callemonos pues, mientras vivamos entre Moros. Con este animo iba; pero quede atonito al ver en Turquia muchos mas templos cristianos que en la isla donde habia nacido, y hasta crecidas congregaciones de frayles, a quienes dexaban en paz rezar a la virgen Maria, y maldecir a Mahoma, unos en griego, otros en latin, y otros en armenio. iQue honrada gente son los Turcos! exclame. Los cristianos griegos y los latinos eran irreconciliables enemigos en Constantinopla, y se perseguian estos esclavos unos a otros como perros que se muerden en la calle, y que separan a palos sus amos. Entonces el gran visir protegia a los Griegos: el patriarca griego me acuso de que habia cenado con el patriarca latino, y fui condenado por el divan a cien palos en la planta de los pies, que rescate a precio de quinientos zequies. Al otro dia ahorcaron al gran visir; y al tercero su sucesor, que no fue ahorcado hasta de alli a un mes, me condeno a la misma multa por haber cenado con el patriarca griego: de suerte que me vi en la triste precision de no frequeentar la iglesia griega ni la latina. Por consolarme arrende una hermosa circasiana, que era la mas carinosa persona a solas con un hombre, y la mas devota en la mezquita. Una noche, entre los suaves gustos de amor, exclamo dandome un abrazo: _Alah, Ilah, Alah_, que son las palabras sacramentales de los Turcos; yo pense que fuesen las del amor, y dixe con mucho carino: _Alah, Ilah, Alah_. Ha, dixo la mora, loado sea Dios misericordioso; ya sois Turco. Respondile que daba las gracias al Senor que me habia dado fuerza para serlo, y crei que era muy dichoso. Por la manana vino a circuncidarme el iman; y poniendo yo alguna dificultad, me propuso el cadi del barrio, hombre de buena composicion, que me mandaria empalar. Por fin libre mi prepucio y mi trasero por mil zequies, y me escape corriendo a Persia, resuelto a no oir en Turquia misa griega ni latina, y a no decir nunca _Alah, Ilah, Alah_ en los ratos de los gustos de amor. Asi que llegue a Ispahan, me preguntaron si era del partido del carnero negro o del carnero blanco. Respondi que lo mismo me daba uno que otro, con tal que fuera tierno. Se ha de notar que todavia estaba dividida la Persia en dos facciones, la del carnero negro y la del blanco. Creyeron que hacia yo burla de ambos partidos, y me encontre en un terrible compromiso a la puerta misma de la ciudad, del qual sali pagando una buena cantidad de zequies, por no tener que ver con carneros. No pare hasta la China, donde llegue con un interprete que me dixo que era el pais donde se podia vivir alegre y libre: los Tartaros que le habian invadido todo lo ponian a sangre y fuego, mientras que los reverendos padres jesuitas por una parte, y los reverendos padres dominicos por otra, decian que ganaban almas para el cielo, sin que nadie lo advirtiese. Nunca se han visto convertidores mas zelosos; unos a otros se perseguian con el mas fervoroso ahinco, escribian a Roma tomos enteros de calumnias, y se trataban de infieles y prevaricadores por un alma. Habia entre ellos una horrorosa disputa acerca del modo de hacer la cortesia; los jesuitas querian que los Chinos saludaran a sus padres y madres a la moda de la China, y los dominicos que fuera a la moda de Roma. Sucediome que los jesuitas creyeron que yo era un dominico, y le dixeron a Su Magestad Tartara que era espia del Papa. Dio comision el consejo supremo a un primer mandarin para que me arrestara; el qual mando a un alguacil, que tenia a sus ordenes quatro corchetes, que me prendiesen, y me atasen con toda ceremonia. Conduxeronme, despues de ciento y quarenta genuflexiones, ante Su Magestad, que me pregunto si era yo espia del Papa, y si era cierto que hubiese de venir este principe en persona a destronarle. Respondile que el Papa era un clerigo de mas de setenta anos; que distaban sus estados mas de quatro mil leguas de los de su Sacra Magestad Tartaro-China; que su exercito era de dos mil soldados que montaban la guardia con un para-aguas; que no destronaba a nadie, y que podia Su Magestad dormir sin miedo. Esta fue la menos fatal aventura de mi vida, pues no hicieron mas que enviarme a Macao, donde me embarque para Europa. Fue preciso calafatear el navio en la costa de Golconda, y me aproveche de la oportunidad para ver la corte del gran Aurengzeb, de quien se contaban entonces mil portentos. Estaba este monarca en Deli, y goce el gusto imponderable de contemplarle facha a facha el dia de la pomposa ceremonia en que recibio la celestial dadiva que le enviaba el cherif de la Meca, y era la escoba con que se habia barrido la santa casa, la _caaba_, la _belh-Alah_: escoba que es el simbolo que alimpia todas las suciedades del alma. Parece que no la necesitaba Aurengzeb, que era el varon mas religioso de todo el Indostan, puesto que habia degollado a uno de sus hermanos, y dado veneno a su padre, y habia hecho perecer en un patibulo a veinte rajaes y otros tantos omraes; pero no queria decir eso nada, y no se hablaba de otra cosa que de su devocion, a la qual la de ningun otro era comparable, como no fuese la de la sacra magestad, del serenisimo emperador de Marruecos, Mulcy Ismael, el qual cortaba unas quantas cabezas todos los viernes, despues de hacer oracion. No articule yo palabra, que me habian escarmentado los viages, y sabia que no era juez competente para fallar entre estos dos augustos soberanos. Confieso empero que un frances mozo, con quien estaba alojado, falto al respeto debido a los emperadores de Indias y de Marruceos, diciendo con mucha imprudencia que en Europa habia soberanos muy pios que gobernaban con acierto sus estados, y frequeentaban tambien las iglesias, sin quitar por eso la vida a sus padres y hermanos, ni cortar la cabeza a sus vasallos. Nuestro interprete dio cuenta en lengua india de las expresiones impias de este mozo. Instruido yo con lo que en otras ocasiones me habia sucedido, mande ensillar mis camellos, y me fui con el frances. Luego supe que aquella misma noche habian venido a prendernos los oficiales del gran Aurengzeb; y no habiendo encontrado mas que al interprete, fue este ajusticiado en la plaza mayor, confesando sin lisonja todos los palaciegos que era muy justa su muerte. Quedabame por ver la Africa para disfrutar de todas las delicias de nuestro hemisferio, y con efecto la vi. Unos corsarios negros apresaron mi embarcacion. Quejose amargamente mi patron, y les pregunto por que violaban las leyes de las naciones. Fuele respondido por el capitan negro: Vuestra nariz es larga, y la nuestra chata; vuestro cabello es liso, y nuestra lana riza; vuestra cutis es de color ceniciento, y la nuestra de color de ebano; por consiguiente, en virtud de las sacrosantas leyes de naturaleza, siempre debemos ser enemigos. En las ferias de Guinea nos comprais, como si fueramos acemilas, para forzarnos a que trabajemos en no se que faenas tan penosas como ridiculas; a vergajazos nos haceis horadar los montes para sacar una especie de polvo amarillo que para nada es bueno, y que no vale, ni con mucha, un cebollino de Egipto. Asi quando os encontramos nosotros, y podemos mas, os obligamos a que labreis nuestras tierras, y de lo contrario os cortamos las narices y las orejas. No habia replica a tan discreto razonamiento. Fui a labrar el campo de una negra vieja por conservar mis orejas y mi nariz, y al cabo de un ano me rescataron. Habiendo visto todo quanto bueno, hermoso y admirable hay en la tierra, me determine a no ver mas que mis dioses penates: me case en mi pais, fui cornudo, y vi que era la mas grata condicion de la vida humana. _Fin de los viages de Escarmentado_. * * * * * MICROMEGAS, HISTORIA FILOSOFICA. * * * * * CAPITULO PRIMERO. _Viage de un morador del mundo de la estrella Sirio al planeta de Saturno_. Habia en uno de los planetas que giran en torno de la estrella llamada Sirio, un mozo de mucho talento, a quien tuve la honra de conocer en el postrer viage que hizo a nuestro mezquino hormiguero. Era su nombre Micromegas, nombre que cae perfectamente a todo grande, y tenia ocho leguas de alto; quiero decir veinte y quatro mil pasos geometricos de cinco pies de rey. Algun algebrista, casta de gente muy util al publico, tomara a este paso de mi historia la pluma, y calculara que teniendo el Senor Don Micromegas, morador del pais de Sirio, desde la planta de los pies al colodrillo veinte y quatro mil pasos, que hacen ciento y veinte mil pies de rey, y nosotros ciudadanos de la tierra no pasando por lo comun de cinco pies, y teniendo nuestro globo nueve mil leguas de circunferencia, es absolutamente indispensable que el planeta donde nacio nuestro heroe tenga cabalmente veinte y un millones y seiscientas mil veces mas circunferencia que nuestra tierra. Pues no hay cosa mas comun ni mas natural; y los estados de ciertos principillos de Alemania o de Italia, que pueden andarse en media hora, comparados con la Turquia, la Rusia, o la America espanola, son una imagen, todavia muy distante de la realidad, de las diferencias que ha establecido la naturaleza entre los seres. Es la estatura de Su Excelencia la que llevamos dicha, de donde colegiran todos nuestros pintores y escultores, que su cuerpo podia tener unos cincuenta mil pies de rey de circunferencia, porque es muy bien proporcionado. Su entendimiento es de los mas perspicaces que se puedan ver; sabe una multitud de cosas, y algunas ha inventado: apenas rayaba con los doscientos y cincuenta anos, siendo estudiante en el colegio de jesuitas de su planeta, como es alli estilo comun, adivino por la fuerza de su inteligencia mas de cincuenta proposiciones de Euclides, que son diez y ocho mas que hizo Blas Pascal, el qual habiendo adivinado, segun dice su hermana, treinta y dos jugando, llego a ser, andando los anos, harto mediano geometra, y malisimo metafisico. De edad de quatrocientos y cincuenta anos, que no hacia mas que salir de la ninez, diseco unos insectos muy chicos que no llegaban a cien pies de diametro, y se escondian a los microscopios ordinarios, y compuso acerca de ellos un libro muy curioso, pero que le traxo no pocos disgustos. El mufti de su pais, no menos cosquilloso que ignorante, encontro en su libro proposiciones sospechosas, mal-sonantes, temerarias, hereticas, _o que olian a heregia_, y le persiguio de muerte: tratabase de saber si la forma substancial de las pulgas de Sirio era de la misma naturaleza que la de los caracoles. Defendiose con mucha sal Micromegas; se declararon las mugeres en su favor, puesto que al cabo de doscientos y veinte anos que habia durado el pleyto, hizo el mufti condenar el libro por calificadores que ni le habian leido, ni sabian leer, y fue desterrado de la corte el autor por tiempo de ochocientos anos. No le afligio mucho el salir de una corte llena de enredos y chismes. Compuso unas decimas muy graciosas contra el mufti, que a este no le importaron un bledo, y se dedico a viajar de planeta en planeta, para acabar de perfeccionar su razon y su corazon, como dicen. Los que estan acostumbrados a caminar en coche de colleras, o en silla de posta, se pasmaran de los carruages de alla arriba, porque nosotros, en nuestra pelota de cieno, no entendemos de otros estilos que los nuestros. Sabia completamente las leyes de la gravitacion y de las fuerzas atractivas y repulsivas nuestro caminante, y se valia de ellas con tanto acierto, que ora montado en un rayo del sol, ora cabalgando en un cometa, andaban de globo en globo el y sus sirvientes, lo mismo que revolotea un paxarillo de rama en rama. En poco tiempo hubo corrido la via lactea; y siento tener que confesar que nunca pudo columbrar, por entre las estrellas de que esta sembrada, aquel hermosisimo cielo empireo, que con su anteojo de larga vista descubrio el ilustre Derham, teniente cura [Footnote: Sabio Ingles, autor de la Teologia astronomica, y otras obras, en que se esfuerza a probar la existencia de Dios por la contemplacion de las maravillas de la naturaleza.]. No digo yo por eso que no le haya visto muy bien el Senor Derham; Dios me libre de cometer tamano yerro; mas al cabo Micromegas se hallaba en el pais, y era buen observador: yo no quiero contradecir a nadie. Despues de muchos viages llego un dia Micromegas al globo de Saturno; y si bien estaba acostumbrado a ver cosas nuevas, todavia le paro confuso la pequenez de aquel planeta y de sus moradores, y no pudo menos de soltar aquella sonrisa de superioridad que los mas cuerdos no pueden contener a veces. Verdad es que no es Saturno mas grande que novecientas veces la tierra, y los habitadores del pais son enanos de unas dos mil varas, con corta diferencia, de estatura. Riose al principio de ellos con sus criados, como hace un musico italiano de la musica de Lulli, quando viene a Francia; mas era el Sirio hombre de razon, y presto reconocio que podia muy bien un ser que piensa no tener nada de ridiculo, puesto que no pasara de seis mil pies su estatura. Acostumbrose a los Saturninos, despues de haberlos pasmado, y se hizo intimo amigo del secretario de la academia de Saturno, hombre de mucho talento, que a la verdad nada habia inventado, pero que daba muy lindamente cuenta de las invenciones de los demas, y que hacia regularmente coplas chicas y calculos grandes. Pondre aqui, para satisfaccion de mis lectores, una conversacion muy extrana que con el senor secretario tuvo un dia Micromegas. CAPITULO II. _Conversacion del morador de Sirio con el de Saturno_. Acostose Su Excelencia, acercose a su rostro el secretario, y dixo Micromegas: Confesemos que es muy varia la naturaleza. Verdad es, dixo el Saturnino; es la naturaleza como un jardin, cuyas flores.... Ha, dixo el otro, dexaos de jardinerias. Pues es, siguio el secretario, como una reunion de rubias y pelinegras, cuyos atavios..... ?Que me importan vuestras pelinegras? interrumpio el otro. O bien como una galeria de quadros, cuyas imagenes...... No, Senor, no, replico el caminante, la naturaleza es como la naturaleza. ?A que diablos andais buscando esas comparaciones? Por recrearos, respondio el secretario. Si no quiero yo que me recreen, lo que quiero es que me instruyan, repuso el caminante. Decidme lo primero quantos sentidos tienen los hombres de vuestro globo. Nada mas que setenta y dos, dixo el academico, y todos los dias nos lamentamos de tanta escasez; que nuestra imaginacion se dexa atras nuestras necesidades, y nos parece que con nuestros setenta y dos sentidos, nuestro anulo, y nuestras cinco lunas, no tenemos lo suficiente; y es cierto que no obstante nuestra mucha curiosidad y las pasiones que de nuestros setenta y dos sentidos son hijas, nos sobra tiempo para aburrirnos. Bien lo creo, dixo Micromegas, porque en nuestro globo tenemos cerca de mil sentidos, y todavia nos quedan no se que vagos deseos, no se que inquietud, que sin cesar nos avisa que somos chica cosa, y que hay otros seres mucho mas perfectos. He hecho algunos viages, y he visto otros mortales muy inferiores a nosotros, y otros que nos son muy superiores; mas ningunos he visto que no tengan mas deseos que verdaderas necesidades, y mas necesidades que satisfacciones. Acaso llegare un dia a un pais donde nada haga falta, pero hasta ahora no he podido saber del tal pais. Echaronse entonces a formar conjeturas el Saturnino y el Sirio; pero despues de muchos raciocinios no menos ingeniosos que inciertos, fue forzoso volver a sentar hechos. ?Quanto tiempo vivis? dixo el Sirio. Ha, muy poco, replico el hombrecillo de Saturno. Lo mismo sucede en nuestro pais, dixo el Sirio, siempre nos estamos quejando de la cortedad de la vida. Menester es que sea esta universal pension de la naturaleza. iAy! nuestra vida, dixo el Saturnino, se cine a quinientas revoluciones solares (que vienen a ser quince mil anos, o cerca de ellos, contando como nosotros). Ya veis que eso casi es morirse asi que uno nace: es nuestra existencia un punto, nuestra vida un momento, nuestro globo un atomo; y apenas empieza uno a instruirse algo, quando le arrebata la muerte, antes de adquirir experiencia. Yo por mi no me atrevo a formar proyecto ninguno, y me encuentro como la gota de agua en el inmenso oceano; y lo que mas sonroxo me causa en vuestra presencia, es contemplar quan ridicula figura hago en este mundo. Replicole Micromegas: Si no fuerais filosofo, tendria, rezelo de desconsolaros, diciendoos que es nuestra vida setecientas veces mas dilatada que la vuestra; pero bien sabeis que quando se ha de restituir el cuerpo a los elementos, y reanimar baxo distinta forma la naturaleza, que es lo que llaman morir; quando es llegado, digo, este momento de metamorfosis, poco importa haber vivido una eternidad o un dia solo, que uno y otro es lo mismo. Yo he estado en paises donde viven las gentes mil veces mas que en el mio, y he visto que todavia se quejaban; pero en todas partes se encuentran sugetos de razon, que saben resignarse, y dar gracias al autor de la naturaleza, el qual con una especie de maravillosa uniformidad ha esparcido en el universo las variedades con una profusion infinita. Asi por exemplo, todos los seres que piensan son diferentes, y todos se parecen en el don de pensar y desear. En todas partes es la materia extensa, pero en cada globo tiene propiedades distintas. ?Quantas de estas propiedades tiene vuestra materia? Si hablais de las propiedades sin las quales creemos que no pudiera subsistir nuestro globo como el es, dixo el Saturnino, no pasan de trescientas, conviene a saber la extension, la impenetrabilidad, la mobililad, la gravitacion, la divisibilidad, etc. Sin duda, replico el caminante, que basta ese corto numero para el plan del criador en vuestra estrecha habitacion, y en todas cosas adoro su sabiduria, porque si en todas veo diferencias, tambien contemplo en todas proporciones. Vuestro globo es chico, y tambien lo son sus moradores; teneis pocas sensaciones, y goza vuestra materia de pocas propiedades: todo eso es disposicion de la Providencia. ?De que color es vuestro sol bien examinado? Blanquecino muy ceniciento, dixo el Saturnino, y quando dividimos uno de sus rayos, hallamos que tiene siete colores. El nuestro tira a encarnado, dixo el Sirio, y tenemos treinta y nueve colores primitivos. En todos quantos he examinado, no he hallado un sol que se parezca a otro, como no se ve en vuestro planeta una cara que no se diferencie de todas las demas. Despues de otras muchas queestiones analogas, se informo de quantas substancias distintas se conocian en Saturno, y le fue respondido que habia hasta unas treinta: Dios, el espacio, la materia, los seres extensos que sienten, los seres extensos que sienten y piensan, los seres que piensan y no son extensos, los que se penetran, y los que no se penetran, etc. El Sirio, en cuyo planeta hay trescientas, y que habia en sus viages descubierto hasta tres mil, dexo extraordina- riamente asombrado al filosofo de Saturno. Finalmente, habiendose comunicado uno a otro casi todo quanto sabian y muchas cosas que no sabian, y habiendo discurrido por espacio de toda una revolucion solar, se determinaron a hacer juntos un corto viage filosofico. CAPITULO III. _Viage de los dos habitantes de Sirio y Saturno_ Ya estaban para embarcarse nuestros dos caminantes en la atmosfera de Saturno con muy decente provision de instrumentos de matematicas, quando la dama del Saturnino, que lo supo, le vino a dar amargas quejas. Era esta una morenita muy agraciada, que no tenia mas que mil y quinientas varas de estatura, pero que con sus gracias reparaba lo chico de su cuerpo. iHa cruel! exclamo, despues que te he resistido mil y quinientos anos, quando apenas me habia rendido, no habiendo pasado arriba de cien anos en tus brazos, ime abandonas por irte a viajar con un gigante del otro mundo! Anda, que no eres mas que un curioso, y nunca has estado enamorado; que si fueras Saturnino legitimo, mas constante serias. ?Adonde vas? ?que quieres? menos errantes son que tu nuestras cinco lunas, y menos mudable nuestro anulo. Esto se acabo; nunca mas he de querer. Abrazola el filosofo, lloro con ella, puesto que filosofo; y la dama, despues de haberse desmayado, se fue a consolar con un petimetre. Partieronse nuestros dos curiosos, y saltaron primero al anulo que encontraron muy aplastado, como lo ha adivinado un ilustre habitante de nuestro globulo; y desde alli anduvieron de luna en luna. Paso un cometa por junto a la ultima, y se tiraron a el con sus sirvientes y sus instrumentos. Apenas hubieron andado ciento y cincuenta millones de leguas, se toparon con los satelites de Jupiter. Apearonse en este planeta, donde se detuvieron un ano, y aprendieron secretos muy curiosos, que se habrian dado a la imprenta, si no hubiese sido por los senores inquisidores que han encontrado proposiciones algo duras de tragar; pero yo logre leer el manuscrito en la biblioteca del Ilustrisimo Senor Arzobispo de ... que me permitio registrar sus libros, con toda la generosidad y bondad que a tan ilustre prelado caracterizan. Volvamos empero a nuestros caminantes. Al salir de Jupiter, atravesaron un espacio de cerca de cien millones de leguas, y costearon el planeta Marte, el qual, como todos saben, es cinco veces mas pequeno que nuestro globulo; y vieron dos lunas que sirven a este planeta, y no han podido descubrir nuestros astronomos. Bien se que el abate Ximenez escribira con mucho donayre contra la existencia de dichas lunas, mas yo apelo a los que discurren por analogia; todos excelentes filosofos que saben muy bien que no le seria posible a Marte vivir sin dos lunas a lo menos, estando tan distante del sol. Sea como fuere, a nuestros caminantes les parecio cosa tan chica, que se temieron no hallar posada comoda, y pasaron adelante como hacen dos caminantes quando topan con una mala venta en despoblado, y siguen hasta el pueblo inmediato. Pero luego se arrepintieron el Sirio y su companero, que anduvieron un largo espacio sin hallar albergue. Al cabo columbraron una lucecilla, que era la tierra, y que parecio muy mezquina cosa a gentes que venian de Jupiter. No obstante, rezelando arrepentirse otra vez, se determinaron a desembarcar en ella. Pasaron a la cola del cometa, y hallando una aurora boreal a mano, se metieron dentro, y aportaron en tierra a la orilla septentrional del mar Baltico, a cinco de Julio de mil setecientos treinta y siete. CAPITULO IV. _Que da cuenta de lo que les sucedio en el globo de la tierra_. Habiendo descansado un poco, se almorzaron dos montanas que les guisaron sus criados con mucho aseo. Quisieron luego reconocer el mezquino pais donde se hallaban, y se dirigieron de Norte a Sur. Cada paso ordinario del Sirio y su familia era de unos treinta mil pies de rey: seguiale de lejos el enano de Saturno, que perdia el aliento, porque tenia que dar doce pasos mientras alargaba el otro la pierna, casi como un perrillo faldero que sigue, si se me permite la comparacion, a un capitan de guardias del rey de Prusia. Como andaban de priesa estos extrangeros, dieron la vuelta al globo en treinta y seis horas: verdad es que el sol, o por mejor decir la tierra, hace el mismo viage en un dia; pero hemos de reparar que es cosa mas facil girar sobre su exe que anclar a pie. Volvieron al cabo al sitio donde etaban primero, habiendo visto la balsa, casi imperceptible para ellos, que llaman el Mediterraneo, y el otro estanque chico que con nombre de grande Oceano rodea nuestra madriguera; al enano le daba el agua a media pierna, y apenas si se habia mojado el otro los talones. Fueron y vinieron arriba y abaxo, haciendo quanto podian por averiguar si estaba o no habitado este globo: baxaronse, acostaronse, tentaron por todas partes; pero eran tan desproporcionados sus ojos y manos con los mezquinos seres que andan arrastrando aca baxo, que no tuvieron la mas leve sensacion por donde pudiesen caer en sospecha de que existimos nosotros y nuestros hermanos los demas moradores de este globo. El enano, que a veces fallaba con alguna precipitacion, decidio luego que no habia vivientes en la tierra, y su razon primera fue que no habia visto ninguno. Micromegas le dio a entender con mucha urbanidad, que no era fundada la consequeencia; porque, le dixo, con vuestros ojos tan chicos no veis ciertas estrellas de quinquagesima magnitud, que distingo yo con mucha claridad. ?Colegis por eso que no haya tales estrellas? Si lo he tentado todo, dixo el enano. ?Y si no habeis sentido lo que hay? dixo el otro. Si esta tan mal compaginado este globo, replico el enano; si es tan irregular, y de una configuracion que parece tan ridicula, que todo el se me figura un caos. ?No veis esos arroyuelos, que ninguno corre derecho; esos estanques que ni son redondos, ni quadrados, ni ovalados, ni de figura regular ninguna; todos esos granillos puntiagudos de que esta erizado, y se me han entrado en los pies? (y queria hablar de las montanas). ?No notais la forma de todo el globo, aplastado por los polos, y girando en torno del sol con tan desconcertada direccion, que por necesidad los climas de ambos polos han de estar incultos? Lo que me fuerza a creer de veras que no hay vivientes en el, es que ninguno que tuviese razon querria habitarle. ?Que importa? dixo Micromegas, acaso no tienen sentido comun los habitantes, pero al cabo no es de presumir que se haya hecho esto sin algun fin. Decis que aqui todo os parece irregular, porque esta todo tirado a cordel en Jupiter y Saturno. Pues por esa misma razon acaso hay aqui algo de confusion. ?No os he dicho ya que siempre habia notado variedad en mis viages? Replico el Saturnino a estas razones, y no se hubiera concluido la disputa, si en el calor de ella no hubiese roto Micromegas el hilo de su collar de diamantes, y caidose estos; que eran unos brillantes muy lindos, aunque pequenitos y desiguales, que los mas gruesos pesaban quatrocientas libras, y cincuenta los mas menudos. Cogio el enano algunos, y arrimandoselos a los ojos vio que del modo que estaban abrillantados, eran microscopios excelentes: cogio pues un microscopio chico de ciento y sesenta pies de diametro, y se le aplico a un ojo, mientras que se servia Micromegas de otro de dos mil y quinientos pies. Al principio no vieron nada con ellos, puesto que eran aventajados; fue preciso ponerse en la posicion que se requeria. Al cabo vio el morador de Saturno una cosa imperceptible que se meneaba entre dos aguas en el mar Baltico, y era una ballena: pusola bonitamente encima del dedo, y colocandola en la una del pulgar, se la enseno al Sirio, que por la segunda vez se echo a reir de la enorme pequenez de los moradores de nuestro globo. Convencido el Saturnino de que estaba habitado nuestro mundo, se imagino luego que solo por ballenas lo estaba; y como era gran discurridor, quiso adivinar de donde venia el movimiento a un atomo tan ruin, y si tenia ideas, voluntad y libre albedrio. Micromegas no sabia que pensar; mas habiendo examinado con mucha paciencia el animal, saco de su examen que no podia residir un alma en cuerpo tan chico. Inclinabanse pues nuestros dos caminantes a creer que no hay razon en nuestra habitacion, quando, con el auxilio del microscopio, distinguieron otro bulto mas grueso que una ballena, que en el mar Baltico andaba fluctuando. Ya sabemos que hacia aquella epoca volvia del circulo polar una bandada de filosofos, que habian ido a hacer observaciones en que nadie hasta entonces habia pensado. Traxeron los papeles publicos que habia zozobrado su embarcacion en las costas de Botnia, y que les habia costado mucho trabajo el salir a salvamento; pero nunca se sabe en este mundo lo que hay por debaxo de cuerda. Yo voy a contar con ingenuidad el suceso, sin quitar ni anadir nada: esfuerzo que de parte de un historiador es sobremanera meritorio. CAPITULO V. _Experiencias y raciocinios de ambos caminantes_. Tendio Micromegas con mucho tiento la mano al sitio donde se via el objeto, y alargando y encogiendo los dedos de miedo de equivocarse, y abriendolos luego y cerrandolos, agarro con mucha mana el navio donde iban estos senores, y se le puso sobre la una, sin apretarle mucho, por no estruxarle. Hete aqui un animal muy distinto del otro, dixo el enano de Saturno; y el Sirio puso el pretenso animal en la palma de la mano. Los pasageros y marineros de la tripulacioon, que se creian arrebatados por un huracan, y que pensaban haber barado en un baxio, estan todos en movimiento; cogen los marineros toneles de vino, los tiran a la mano de Micromegas, y ellos se tiran despues; agarran los geometras de sus quartos de circulo, sus sectores, y sus muchachas laponas, y se apean en los dedos del Sirio: por fin tanto se afanaron, que sintio que se meneaba una cosa que le escarabajeaba en los dedos, y era un garrote con un hierro a la punta que le clavaban hasta un pie en el dedo indice: esta picazon le hizo creer que habia salido algo del cuerpo del animalejo que en la mano tenia; mas no pudo sospechar al principio otra cosa, pues su microscopio, que apenas bastaba para distinguir un navio de una ballena, no podia hacer visible un entecillo tan imperceptible como un hombre. No quiero zaherir aqui la vanidad de ninguno; pero ruego a la gente vanagloriosa que paren la consideracion en este lugar, y contemplen que suponiendo la estatura ordinaria de un hombre de cinco pies de rey, no hacemos mas bulto en la tierra que el que en una bola de diez pies de circunferencia hiciera un animal que tuviese un seiscientos mil avos de pulgada de alto. Figuremonos una substancia que pudiera llevar el globo terraquueeo en la mano, y que tuviese organos analogos a los nuestros, y es cosa muy factible que haya muchas de estas substancias; y colijamos que es lo que de las funciones de guerra, en que hemos ganado dos o tres lugarejos que luego ha sido fuerza restituir, pensarian. No me queda duda de que si algun capitan de granaderos leyere esta obra, haga a su tropa que se ponga gorras dos pies mas altas; pero le advierto que, por mas que haga, siempre seran el y sus soldados unos infinitamente pequenos. iQue maravillosa mana hubo de necesitar nuestro filosofo de Sirio para atinar a columbrar los atomos de que acabo de hablar! Quando Leuwenhoek y Hartsoeker vieron, o creyeron que vian, por la vez primera, la simiente de que somos formados, no fue, ni con mucho, tan asombroso su descubrimiento. iQue gusto el de Micromegas quando vio estas maquinillas menearse, quando examino sus movimientos todos, y siguio todas sus operaciones! iComo clamaba! icon que jubilo alargo a su companero de viage uno de sus microscopios! Viendolos estoy, decian ambos juntos; contemplad como se cargan, como se baxan y se alzan. Asi decian, y les temblaban las manos de gozo de ver objetos tan nuevos, y de temor de perderlos de vista. Pasando el Saturnino de un extremo de confianza al opuesto de credulidad, se figuro que los estaba viendo ocupados en la propagacion. Ha, dixo el Saturnino, cogida tengo la naturaleza "con las manos en la masa." Enganabanle empero las apariencias, y asi sucede muy frequeentemente, quando uno usa y quando no usa microscopios. CAPITULO VI. _De lo que les acontecio con unos hombres_. Muy mejor observador Micromegas que su enano, vio claramente que se hablaban los atomos, y se lo hizo notar a su companero, el qual con la vergueenza de haberse enganado acerca del articulo de la generacion, no quiso creer que semejante especie de bichos se pudieran comunicar ideas. Tenia el don de lenguas no menos que el Sirio; y no oyendo hablar a nuestros atomos, suponia que no hablaban: y luego ?como habian de tener los organos de la voz unos entes tan imperceptibles, ni que se habian de decir? Para hablar es indispensable pensar; y si pensaban, tenian algo que equivalia al alma: y atribuir una cosa equivalente al alma a especie tan ruin, se le hacia mucho disparate. Dixole el Sirio: ?Pues no creiais, poco hace, que se estaban enamorando? ?pensais que enamora nadie sin pensar, y sin hablar palabra, o a lo menos sin darse a entender? ?o suponeis que es cosa mas facil hacer un chiquillo que un silogismo? A mi uno y otro me parecen impenetrables misterios. No me atrevo ya, dixo el enano, a creer ni a negar cosa ninguna; procuremos examinar estos insectos, y discurriremos luego. iQue me place! respondio Micromegas; y sacando unas tixeras, se corto las unas, y con lo que corto de la una de su dedo pulgar hizo al punto una especie de bocina grande, como un embudo inmenso, y puso el canon al oido: la circunferencia del embudo cogia el navio y toda su tripulacion, y la mas debil voz se introducia en las fibras circulares de la una, de suerte que, merced de su industria, el filosofo de alla arriba oyo perfectamente el zumbido de nuestros insectos de aca abaxo, y en pocas horas logro distinguir las palabras, y entender al cabo el frances. Lo mismo hizo el enano, aunque no con tanta facilidad. Crecia por puntos el asombro de los dos viageros, al oir unos aradores hablar con bastante razon, y les parecia inexplicable este juego de la naturaleza. Bien se discurre que se morian el enano y el Sirio de deseos de entablar conversacion con los atomos; mas se temia el enano que su tenante voz, y mas aun la de Micromegas, atronara a los aradores sin que la oyesen. Trataron, pues de disminuir su fuerza, y para ello se pusieron en la boca unos mondadientes muy menudos, cuya punta muy afilada iba a parar junto al navio. Puso el Sirio al enano sobre sus rodillas, y encima de una una el navio con la tripulacion; baxo la cabeza y hablo muy quedo, y despues de todas estas precauciones y otras muchas mas, dixo lo siguiente: Invisibles insectos que la diestra del Criador se plugo en producir en el abismo de los infinitamente pequenos, yo le bendigo porque se digno manifestarme impenetrables secretos. Acaso nadie se dignara de miraros en mi corte, pero yo a nadie desprecio, y os brindo con mi proteccion. Si ha habido asombros en el mundo, ninguno ha llegado al de los que estas razones oyeron decir, sin poder atinar de donde salian. Rezo el capellan las preces de conjuros, votaron y renegaron los marineros, y fraguaron un sistema los filosofos del navio; pero, por mas sistemas que imaginaron, no les fue posible atinar quien era el que les hablaba. Entonces les conto en breves palabras el enano de Saturno, que tenia menos recia la voz que Micromegas, con que gente estaban hablando, y su viage de Saturno: les informo de quien era el senor Micromegas, y habiendose compadecido de que fueran tan chicos, les pregunto si habian vivido siempre en un estado tan rayano de la nada, y que era lo que hacian en un globo que al parecer era peculio de ballenas; si eran dichosos, si tenian alma, si multiplicaban, y otras mil preguntas de este jaez. Enojado de que dudasen si tenia alma, un raciocinador de la banda, mas osado que los demas, observo al interlocutor con unas pinulas adaptadas a un quarto de circulo, midio dos triangulos, y al tercero le dixo asi: ?Con que creeis, senor caballero, que porque teneis dos mil varas de pies a cabeza, sois algun?... iDos mil varas! exclamo el enano, pues no se equivoca ni en una pulgada. iCon que me ha medido este atomo! icon que es geometra, y sabe mi tamano; y yo que no le puedo ver sin auxilio de un microscopio, no se aun el suyo! Si, que os he medido, dixo el fisico, y tambien medire al gigante companero vuestro. Admitiose la propuesta, y se acosto Su Excelencia por el suelo, porque estando en pie su cabeza era muy mas alta que las nubes; y nuestros filosofos le plantaron un arbol muy grande en cierto sitio que Torres o Quevedo hubiera nombrado por su nombre, pero que yo no me atrevo a mentar, por el mucho respeto que tengo a las damas; y luego por una serie de triangulos, conexos unos con otros, coligieron que la persona que median era un mancebito de ciento y veinte mil pies de rey. Prorumpio entonces Micromegas en estas razones: Ya veo que nunca se han de juzgar las cosas por su aparente magnitud. O Dios, que diste la inteligencia a unas substancias que tan despreciables parecen, lo infinitamente pequeno no cuesta mas a tu omnipotencia que lo infinitamente grande; y si es dable que haya otros seres mas chicos que estos, acaso tendran una inteligencia superior a la de aquellos inmensos animales que he visto en el cielo, y que con un pie cubririan el globo entero donde ahora me encuentro. Respondiole uno de los filosofos que bien podia creer, sin que le quedase duda, que habia seres inteligentes mucho mas chicos que el hombre, y le conto, no las fabulas que nos ha dexado Virgilio sobre las abejas, sino lo que Swammerdam ha descubierto, y lo que ha disecado Reaumur. Instruyole luego de que hay animales que son, con respecto a las abejas, lo que son las abejas con respecto al hombre, y lo que era el Sirio propio con respecto a aquellos animales tan corpulentos de que hablaba, y lo que son estos grandes animales con respecto a otras substancias ante las quales parecen imperceptibles atomos. Poco a poco fue haciendose interesante la conversacion, y dixo asi Micromegas. CAPITULO VII. _Conversacion con los hombres_. O atomos inteligentes, en quien se plugo el eterno Ser en manifestar su arte y su potencia, sin duda que en vuestro globo disfrutais contentos purisimos; pues teniendo tan poca materia y pareciendo todos espiritu, debeis emplear vuestra vida en amar y pensar, que es la verdadera vida de los espiritus. En parte ninguna he visto la verdadera felicidad, mas estoy cierto de que esta es su mansion. Encogieronse de hombros al oir este razonamiento los filosofos todos; y mas ingenuo uno de ellos confeso sinceramente que, exceptuando un cortisimo numero de moradores poquisimo apreciados, todo lo demas es una cafila de locos, de perversos y desdichados. Mas materia tenemos, dixo, de la que es menester para obrar mal, si procede el mal de la materia, y mas inteligencia, si proviene de la inteligencia. ?Sabeis por exemplo que a la hora esta cien mil locos de nuestra especie, que llevan sombreros, estan matando a otros cien mil animales cubiertos de un turbante, o muriendo a sus manos, y que asi es estilo en toda la tierra, de tiempo inmemorial aca? Horrorizose el Sirio, y pregunto el motivo de tan horribles contiendas entre animalejos tan ruines. Tratase, dixo el filosofo, de unos pedacillos de tierra tamanos como vuestro pie, y no porque ni uno de los millones de hombres que pierden la vida solicite un terron siquiera de dicho pedazo; que se trata de saber si ha de pertenecer a cierto hombre que llaman Sultan, o a otro que apellidan Cesar, no se por que. Ninguno de los dos ha visto ni vera nunca el rinconcillo de tierra que esta en litigio; ni menos casi ninguno de los animales que reciprocamente se asesinan ha visto tampoco al animal por quien asesina. iDesventurados! exclamo indignado el Sirio: ?como es posible imaginar tan furioso frenesi? Arranques me vienen de dar tres pasos, y con tres patadas estruxar todo ese hormiguero de ridiculos asesinos. No os tomeis ese trabajo, le respondieron, que sobrado se afanan ellos en labrar su ruina. Sabed que dentro de diez anos no quedara en vida el diezmo de estos miserables; y que, aun sin sacar la espada, casi todos se los lleva la hambre, la fatiga, o la destemplanza, aparte de que no son ellos los que merecen castigo, sino los ociosos despiadados, que metidos en su gabinete mandan, mientras digieren la comida, degollar un millon de hombres, y dan luego solemnes acciones de gracias a Dios. Sentiase el caminante movido a piedad del mezquino linage humano, en el qual tantas contradicciones descubria. Siendo vosotros, dixo a estos senores, del corto numero de sabios que sin duda a nadie matan por dinero, os ruego que me digais quales son vuestras ocupaciones. Disecamos moscas, respondio el filosofo, medimos lineas, combinamos numeros, estamos conformes acerca de dos o tres puntos que entendemos, y divididos sobre dos o tres mil que no entendemos. Ocurrioles al Sirio y al Saturnino hacer preguntas a los atomos pensadores, para saber sobre que estaban acordes. ?Que distancia hay, dixo este, desde la estrella de la Canicula hasta la grande de Geminis? Respondieronle todos juntos: Treinta y dos grados y medio.--?Quanto dista de aqui la luna?--Sesenta semi-diametros de la tierra.--?Quanto pesa vuestro ayre? Creia haberlos cogido; pero todos le dixeron que pesaba novecientas veces menos que el mismo volumen del agua mas ligera, y diez y nueve mil veces menos que el oro. Atonito el enanillo de Saturno con sus respuestas, estaba tentado a creer que eran magicos aquellos mismos a quienes un quarto de hora antes les habia negado la inteligencia. Dixoles finalmente Micromegas: Una vez que tan puntualmente sabeis lo que hay fuera de vosotros, sin duda que mejor todavia sabreis lo que hay dentro: decidme pues que cosa es vuestra alma, y como se forman vuestras ideas. Los filosofos hablaron todos a la par, como antes, pero todos fueron de distinto parecer. Cito el mas anciano a Aristoteles, otro pronuncio el nombre de Descartes, este el de Malebranche, aquel el de Leibnitz, y el de Locke otro. El anciano peripatetico dixo con toda confianza: El alma es una _entelechia_, una razon en virtud de la qual tiene la potencia de ser lo que es; asi lo dice expresamente Aristoteles, pag. 633 de la edicion del Louvre: _Entelexeia esti_, etc. No entiendo el griego, dixo el gigante. Ni yo tampoco, respondio el arador filosofico. ?Pues a que citais, replico el Sirio, a ese Aristoteles en griego? Porque lo que uno no entiende, repuso el sabio, lo ha de citar en lengua que no sabe. Tomo el hilo el cartesiano, y dixo: Es el alma un espiritu puro que en el vientre de su madre ha recibido todas las ideas metafisicas, y que asi que sale de el se ve precisada a ir a la escuela, y aprender de nuevo lo que tan bien sabia y que nunca volvera a saber. Pues estas medrado, respondio el animal de ocho leguas, con que supiera tanto tu alma quando estabas en el vientre de tu madre, si habia de ser tan ignorante quando fueras tu hombre con barba. ?Y que entiendes por espiritu? ?Que es lo que me preguntais? dixo el discurridor, no tengo idea ninguna de el: dicen que lo que no es materia.--?Y sabes lo que es materia? Eso si, respondio el hombre. Esa piedra por exemplo es parda, y de tal figura, tiene tres dimensiones, y es grave y divisible. Asi es, dixo el Sirio; ?pero esa cosa que te parece divisible, grave y parda, me diras que es? Algunos atributos ves, pero ?el sosten de estos atributos le conoces? No, dixo el otro. Luego no sabes que cosa sea la materia. Dirigiendose entonces el senor Micromegas a otro sabio que encima de su dedo pulgar tenia, le pregunto que era su alma, y que hacia. Cosa ninguna, respondio el filosofo malebranchista; Dios es quien lo hace todo por mi; en el lo veo todo, en el lo hago todo, y el es quien todo lo hace sin cooperacion mia. Tanto monta no existir, replico el filosofo de Sirio. ?Y tu, amigo, le dixo a un leibniziano que alli estaba, que dices? ?que es tu alma? Un puntero de relox, dixo el leibniziano, que senala las horas mientras las toca mi cuerpo; o bien, si os parece, el alma las toca mientras el cuerpo las senala; o mi alma es el espejo del universo, y mi cuerpo el marco del espejo: todo esto es claro. Estabalos oyendo un sectario de Locke, y quando le toco hablar, dixo: Yo no se como pienso, lo que se es que nunca he pensado como no sea por medio de mis sentidos. Que haya substancias inmateriales e inteligentes, no pongo duda; pero que no pueda Dios comunicar la inteligencia a la materia, eso lo dudo mucho. Respeto el eterno poder, y se que no me compete limitarle; no afirmo nada, y me cino a creer que hay muchas mas cosas posibles de lo que se piensa. Sonriose el animal de Sirio, y le parecio que no era este el menos cuerdo; y si no hubiera sido por la mucha desproporcion, hubiera dado un abrazo el enano de Saturno al sectario de Locke. Por desgracia se encontraba en la banda, un animalucho con un bonete en la cabeza, que cortando el hilo a todos los filosofos dixo que el sabia el secreto, que se hallaba en la Suma de Santo Tomas; y mirando de pies a cabeza a los dos moradores celestes, les sustento que sus personas, sus mundos, sus soles y sus estrellas, todo habia sido criado para el hombre. Al oir tal sandez, nuestros dos caminantes hubieron de caerse uno sobre otro, pereciendose de aquella inextinguible risa que, segun Hornero, cupo en suerte a los Dioses; iba y venia su barriga y sus espaldas, y en estas idas y venidas se cayo el navio de la una del Sirio en el bolsillo de los calzones del Saturnino. Buscaronle ambos mucho tiempo; al cabo toparon la tripulacion, y la metieron en el navio lo mejor que pudieron. Cogio el Sirio a los aradorcillos, y les hablo con mucha afabilidad, puesto que estaba algo mohino de ver que unos infinitamente pequenos tuvieran una vanidad casi infinitamente grande. Prometioles que compondria un libro de filosofia escrito de letra muy menuda para su uso, y que en el verian el porque de todas las cosas; y con efecto antes de irse les dio el prometido libro, que llevaron a la academia de ciencias de Paris. Mas quando le abrio el secretario, se hallo con que estaba todo en blanco, y dixo: _ha, ya me lo presumia yo_. _Fin de la historia de Micromegas_. * * * * * HISTORIA DE UN BUEN BRAMA. En mis viages encontre un brama anciano, sugeto muy cuerdo, instruido y discreto, y con esto rico, cosa que le hacia mas cuerdo; porque, como no le faltaba nada, no necesitaba enganar a nadie. Gobernaban su familia tres mugeres muy hermosas, cuyo esposo era; y quando no se recreaba con sus mugeres, se ocupaba en filosofar. Vivia junto a su casa que era hermosa, bien alhajada y con amenos jardines, una India vieja, beata, tonta, y muy pobre. Dixome un dia el brama: Quisiera no haber nacido. Preguntele porque, y me respondio: Quarenta anos ha que estoy estudiando, y todos quarenta los he perdido; enseno a los demas, y lo ignoro todo. Este estado me tiene tan aburrido y tan descontento, que no puedo aguantar la vida: he nacido, vivo en el tiempo, y no se que cosa es el tiempo; me hallo en un punto entre dos eternidades, como dicen nuestros sabios, y no tengo idea de la eternidad; consto de materia, pienso, y nunca he podido averiguar la causa eficiente del pensamiento; ignoro si es mi entendimiento una mera facultad, como la de andar y digerir, y si pienso con mi cabeza lo mismo que palpo con mis manos. No solamente ignoro el principio de mis pensamientos, mas tambien se me esconde igualmente el de mis movimientos: no se porque existo, y no obstante todos los dias me hacen preguntas sobre todos estos puntos; y como tengo que responder por precision y no se que decir, hablo mucho, y despues de haber hablado me quedo avergonzado y confuso de mi propio. Peor es todavia quando me preguntan si Brama fue producido por Visnu, o si ambos son eternos. A Dios pongo por testigo de que no lo se, y bien se echa de ver en mis respuestas. Reverendo padre, me dicen, explicadme como el mal inunda la tierra entera. Tan adelantado estoy yo como los que me hacen esta pregunta: unas veces les digo que todo esta perfectisimo; pero los que han perdido sus caudales y sus miembros en la guerra no lo quieren creer, ni yo tampoco, y me vuelvo a mi casa abrumado de mi curiosidad y mi ignorancia. Leo nuestros libros antiguos, y me ofuscan mas las tinieblas. Hablo con mis companeros: unos me aconsejan que disfrute de la vida, y me ria de la gente; otros creen que saben algo, y se descarrian en sus desatinos; y todo aumenta la angustia que padezco. Muchas veces estoy a pique de desesperarme, contemplando que al cabo de todas mis investigaciones no se ni de donde vengo, ni que soy, ni adonde ire, ni que he de ser. Causome lastima de veras el estado de este buen hombre, que no habia otro de mas razon, ni mas ingenuo; y me convenci de que eso mas era desdichado que mas entendimiento tenia, y era mas sensible. Aquel mismo dia visite a la vieja vecina suya, y le pregunte si se habia apesadumbrado alguna vez por no saber que era su alma; y ni siquiera entendio mi pregunta. Ni un instante en toda su vida habia reflexionado en uno de los puntos que tanto atormentaban al brama; creia con toda su alma en las transformaciones de Visnu, y se tenia por la mas dichosa muger, con tal que de quando en quando tuviese agua del Ganges para banarse. Atonito de la felicidad de esta pobre muger, me volvi a ver con mi filosofo, y le dixe: ?No teneis vergueenza de vuestra desdicha, quando a la puerta de vuestra casa hay una vieja automata que en nada piensa, y vive contentisima? Razon teneis, me respondio; y cien veces he dicho para mi, que seria muy feliz si fuera tan tonto como mi vecina, mas no quiero gozar semejante felicidad. Mas golpe me dio esta respuesta del brama, que todo quanto primero me habia dicho; y examinandome a mi propio, vi que efectivamente no quisiera yo ser feliz a trueque de ser un majadero. Propuse el caso a varios filosofos, y todos fueron de mi parecer. No obstante, decia yo entre mi, rara contradiccion es pensar asi, porque al cabo lo que importa es ser feliz, y nada monta tener entendimiento, o ser necio. Mas digo: los que viven satisfechos con su suerte bien ciertos estan de que viven satisfechos; y los que discurren no lo estan de que discurren bien. Luego cosa es clara, anadia yo, que debiera uno escoger no tener migaja de razon, si en algo contribuye la razon a nuestra infelicidad. Todo el mundo fue de mi mismo dictamen, mas ninguno hubo que quisiese entrar en el ajuste de volverse tonto por vivir contento. De aqui saco que si hacemos mucho aprecio de la felicidad, mas aprecio hacemos todavia de la razon. Mas, reflexionandolo bien, parece que preferir la razon a la felicidad, es garrafal desatino. ?Pues como hemos de explicar esta contradiccion? Lo mismo que todas las demas, y seria el cuento de nunca acabar. _Fin de la historia de un buen Brama_. End of Project Gutenberg's Novelas de Voltaire Tomo Primero, by Voltaire *** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK NOVELAS DE VOLTAIRE TOMO PRIMERO *** This file should be named 7vnov10.txt or 7vnov10.zip Corrected EDITIONS of our eBooks get a new NUMBER, 7vnov11.txt VERSIONS based on separate sources get new LETTER, 7vnov10a.txt Produced by Juliet Sutherland, Melville L. King and PG Distributed Proofreaders Project Gutenberg eBooks are often created from several printed editions, all of which are confirmed as Public Domain in the US unless a copyright notice is included. Thus, we usually do not keep eBooks in compliance with any particular paper edition. We are now trying to release all our eBooks one year in advance of the official release dates, leaving time for better editing. Please be encouraged to tell us about any error or corrections, even years after the official publication date. Please note neither this listing nor its contents are final til midnight of the last day of the month of any such announcement. The official release date of all Project Gutenberg eBooks is at Midnight, Central Time, of the last day of the stated month. A preliminary version may often be posted for suggestion, comment and editing by those who wish to do so. Most people start at our Web sites at: http://gutenberg.net or http://promo.net/pg These Web sites include award-winning information about Project Gutenberg, including how to donate, how to help produce our new eBooks, and how to subscribe to our email newsletter (free!). 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